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La Habana, viernes 19 de diciembre de 2008. Año 12 / Número 352

 

Argos Teatro navega hacia lo íntimo

AMADO DEL PINO

La intensa Semana de Teatro Alemán nos dejó varias propuestas interesantes. En el caso de Argos Teatro lo que se pensó inicialmente como una lectura dramatizada o puesta en espacio se convirtió en todo un espectáculo, que transcurrió en su sede de Ayestarán y 20 de Mayo hasta el 14 de este diciembre último.

Abalon, one nite in Bangkok es una obra de Fritz Kater que apunta —como muchos otros textos que se escriben en esta arrancada del siglo— a poner el dedo sobre las llagas de la incomunicación, el desasosiego, la desesperanza que azotan las relaciones amistosas o familiares. El complejo tejido filosófico y sentimental del texto combina diálogos de exquisita factura o de notable agudeza con otros más bien retóricos y previsibles. El dramaturgo parece no definirse entre la eliminación radical del argumento y la aceptación de las reglas del juego del crecimiento dramático.

Sobre Yuliet Cruz y Lieter Ledesma recaen algunos de los momentos más conseguidos de la obra de Kater.

Carlos Celdrán salva esa vocación imprecisa y generalizadora del original con una puesta en escena sobria en apariencia pero de una rotunda brillantez en las soluciones escénicas. La capacidad para sostener un ritmo a la vez ágil y metafórico que hemos visto crecer en otros de sus espectáculos alcanza aquí un grado de serena maestría. La voluntariamente escasa utilería, el preciso diseño de luces de Jesús Darío y, sobre todo, la gracia e intencionalidad de la banda sonora (a cargo del propio Celdrán) no dejan espacios para puntos muertos o redundancias.

Llama la atención la fluidez y organicidad con que Celdrán y su equipo han logrado pasar de las amplias proporciones del noveno piso del Teatro Nacional (que habitaron con aquellas puestas que hicieron de las limitaciones, el desamparo técnico y hasta de la incomodidad de las sillas cómplices de la eficacia teatral) hasta las reducidas, inmediatas, íntimas relaciones que condiciona la pequeña sala de la calle Ayestarán.

La naturaleza de este nuevo espacio aumenta el peso de la dirección de actores dentro de la puesta en escena. Tan de cerca se disfruta más de un desempeño sobresaliente, pero la inautenticidad o el artificio son también fácilmente detectables. Los cuatro intérpretes logran aquí seguir la pauta a la vez frenética y honda del montaje.

Andy Barbosa demuestra que es un intérprete en franco crecimiento. La primera y escabrosa escena podría redondearla con algunos matices, pero en el resto del montaje sobrecoge por su capacidad para combinar pasión y contención. Por su parte, Edith Obregón destaca por su dinámica interna, la pulcritud de sus transiciones de la exaltación a lo íntimo, aunque deberá cuidar la proyección vocal en las escenas de mayor vehemencia.

Sobre Lieter Ledesma y Yuliet Cruz recaen algunos de los momentos más conseguidos de la obra de Kater. Lieter logra que su peculiar carisma entre por los cauces de la intimidad o el dolor. Con todo, creo que su talento le hará crecer en detalles emocionales que este personaje reclama.

Párrafo aparte merece el salto profesional que significa este espectáculo para Yuliet Cruz. Además del encanto, la veracidad, el despliegue físico y mental que logra, resulta especialmente convincente mientras escucha y borda toda esa primorosa cadena de pequeñas acciones físicas, repletas de sentido y sentimiento.

Argos Teatro se adueña de su nuevo espacio con solvencia y eficacia. Su creciente público también responde a la nueva contraseña de intimidad y cercanía.

 

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