jueves 5-8-99

Paradojas del alma buena

Magda Resik Aguirre

Durante la temporada de verano del Teatro Nacional, una adaptación renovó esperanzas y ganó su espacio entre las puestas en escena cubanas más memorables de esta década


  El desgarramiento provocado en la bondad que no claudica. Ese pudiera ser el resumen de una puesta en escena imprescindible si queremos referimos al teatro cubano de este fin de siglo: El alma buena de Se-Chuán, obra del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, ha encontrado horma exacta en el montaje del grupo Argos Teatro que dirige Carlos Celdrán.
  Paradoja indiscutible de la realidad contemporánea cubana. El alma buena... es, como todo texto clásico y alusivo a los conflictos humanos, un material moldeable y de gran riqueza al trascolarlo a nuestros días. Bertolt Brecht escribió para los hombres de su tiempo, tan humanos como los de este mundo finisecular. Y recreó la eterna pugna entre el bien y el mal, la bondad y el egoísmo, lo circunstancial y lo perecedero... con innegable hondura.
  Tanto es así, que la pieza toma el pulso de la Cuba contemporánea con una fuerza inusitada. Argos Teatro no reniega del mundo hipotético de Se-Chuán. pueblo a donde llega Dios intentando encontrar un alma buena para animarla en su altruismo. Tampoco excluye la esencia oriental de personajes y pasajes recreados con pasión de orfebre. Pero los aires de la puesta no expiran olor a viejo, por el contrario, el despliegue dramatúrgico, ciertos detalles del empaque formal, el movimiento escénico, el vestuario y sobre todo el juego nada ligero con el referente cotidiano al darle vida a los textos, le imprimen un sello de modernidad.
  Sin embargo, la contemporaneidad en esta puesta de Celdrán, incorpora en situaciones y alegorías a veces imperceptibles, el legado milenario de un arte de grueso sedimento como es el teatro. Ajena a los grandes des-pliegues escenográficos (sólo unas pacas de tabaco, un carretón de agua, cajas, algunos tejidos, nylons, un árbol seco...) la puesta convence con su parquedad de recursos y la exactitud gestual o del movimiento escénico; una suerte de mecanismo de relojería en óptimas condiciones.
  Convence la actuación de Zulema Hernández, quien encarna la dualidad del alma buena: Shen-Té (la samaritana) y Shui-Tá (el primo déspota). Un desempeño que exige gran esfuerzo hístriónico en las transiciones constantes desde el personaje femenino al masculino, y viceversa. La adaptación de Argos Teatro descansa en sus dotes para traducir el inmenso dolor de un alma buena enfrentada a las infinitas miserias humanas acrecentadas en la miseria material. Y aunque la voz por momentos parece traicionarla, su encarnación es tan orgánica que supera en cuerpo y energía cualquier obstáculo.
  José Luis Hidalgo (Wang el aguador) y Alexis Díaz de Villegas (sobre todo en sus encarnaciones de Dios y del acaudalado oportunista Shu-Fu), sostienen en mucho el equilibrio de esta versión da la obra de Brecht. En general, las actuaciones exhiben un lustre y empaque avalados sólo por un trabajo anterior de gran constancia.
  Es meritorio también, el protagonismo de ese juego entre luces y sombras que no decae durante las más de dos horas de representación escénica. Asimismo, la funcionalidad e imaginería que exhibe el vestuario de algunos caracteres como Dios, Shen-Té / Shui-Ta, y el aguador que incorpora el preciado liquido como una constante "purifcadora" y vital en toda la trama.
  Sin dudas, debemos agradecer esta cuidada versión de El alma buena de Se-Chuán, que aparece como un golpe de aire fresco en el no tan dotado panorama teatral cubano contemporáneo. Sobre todo por la selección de un tema actual con sólo mencionarlo: el valor de los valores y el voto consciente aunque desgarrador por la sobrevivencia de la solidaridad humana a pesar de las más adversas cirscunstancias.
  ¿Cómo defender el amor ante las contingencias materiales? ¿Cuánto influyen en la conducta humana las penurias económicas, la inmediatez de la sobrevivencia diaria en franca oposición a lo trascendente, las ambiciones personales, el sórdido panorama global de fin de siglo...? Son algunas de las interrogantes con las que emplaza provocadoramenle al público, el montaje de Argos Teatro.
  A pesar de la cruda reflexión, a tono con la violencia y desnudez propias del teatro brechtiano, la adaptación de Celdrán posee el don de conmovemos, desgarrarnos y enfrentarnos a nuestros pecados, aferrándose a la posibilidad del bien como única alternativa. Es de un lirismo estremecedor, la escena final en que el Dios —esperanza inseparable de Shen-Té—, la abandona a su suerte intentando insuflarle fuerzas para seguir sola en su camino de samaritana.
  El alma buena de Se-Chuán confirma esa dualidad inevitable entre el bien y el mal, amén de poner en tela de juicio constantemente qué es lo bueno y lo malo en este mundo. Al salir del teatro, el espectador lleva consigo una fe reforzada en las posibilidades del hombre y quizás, camino a casa, reconozca de la puesta su efecto esperanzador, lo mismo que le confesara Dios a Shen-Té: "Me has devuelto la confianza en la bondad humana."


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