Notas al progama
La obra de Michel Azama (Francia,1947) es bien conocida fuera de Cuba, sus textos se caracterizan por abordar temas como la guerra, la violencia, la marginalidad, el caos social contemporáneo. Su teatro es uno de los más altos exponentes de las llamadas nuevas escrituras escénicas, dueño de un lenguaje donde la palabra es el centro desde donde explotan las imágenes más radicales sobre la contemporaneidad. Introducirlo en Cuba a través de su visión de la vida y obra de Pier Paolo Pasolini es un privilegio incalculable. Azama construye a través de 13 escenas momentos precisos y medulares de la vida de Pasolini, su lucha incansable contra la intolerancia, la censura, la hipocresía moral y el poder, su pasión por el cine de arte y de reflexión, el amor por su madre, por el sexo, por sus ideales más constantes, los procesos judiciales y los escándalos que sufrió a lo largo de su vida de artista público y de polemista. Su asesinato, aún sin aclarar, convierte su figura en un símbolo y en una obsesión para los artistas e intelectuales de cualquier latitud y contexto. Azama construye una especie de Evangelio según Pasolini, el viacrucis de un intelectual que murió por serlo, que vivió acorde a sus principios éticos y a sus pulsiones, adicto a la vida y a las paradojas de la realidad, negó hasta la rabia los discursos del poder y sus ideas, molesto y atractivo, transgresor y convincente, su cine, su pensamiento y su muerte no cesan de provocarnos.
Son los años 70, Pasolini cae abatido en una playa en las afueras de Roma, entre nosotros son años también difíciles, la intolerancia toma cuerpo y hace estragos, la cultura cubana mide y repasa aún el monto de tales errores. Traer a Pasolini de vuelta es un poco establecer el juego de la meditación y la memoria, es volver a jugar con las heridas, es jugar con el fuego para intentar no quemarnos nunca más.

Carlos Celdrán